viernes, 19 de febrero de 2010

Viejo, ¿ te ato los cordones?



Cómo es ese día en que te das cuenta de que tus padres se han puesto mayores...
Durante las últimas vacaciones compartí por primera vez de mi vida adulta, unos días junto a mis padres. Y ahí, a la distancia, en un terreno neutral, lejos, muy lejos de casa, los vi, casi por primera vez.
Papá necesitaba tomarse del brazo de mi madre para caminar más seguro por las callecitas madrileñas y segovianas. Pero lo necesitaba de un modo ansioso, sin decirlo,claro, pero buscándola y sentía que al dejarse acompañar por ella, su angustia de necesitarla se calmaba.
Su paso es lento, con la impronta de una operación de cadera que le imprime una cadencia que lo aleja irremediablemente del que hasta hace muy poco era mi papá, de ese hombre corpulento, dinámico y de paso decidido.
No es que no lo hubiera visto antes, pero ver y constatar esa necesidad de andar en compañía, de ver su temor latente en cada paso, de sentir su cansancio en esos pies que no se levantaban demasiado del piso, de percibir con tanta urgencia qué necesaria e irremplazable se volvía la presencia de mi madre para él, era conmovedor. Cómo es que te hiciste tan mayor, papá? Cuándo fue eso?
Por esa dificultad que le acarrea su cadera, una tarde cualquiera, lo vi a mi esposo agachado a los pies de mi papá, atándole los cordones y ese gesto fue de una ternura infinita para mí, la de mi padre, que se permitió recibirlo y la de mi compañero al ofrecérselo, como un gesto cómplice de hombre a hombre. Ver que necesitaba que le atáramos los cordones del calzado; que sin pedirlo, nos pedía que lo cuidáramos, era ver dentro de ese hombre severo al niño que fue, pero más desvalido y, joder...cómo te pone eso el cuerpo y el alma...
Más conmovedor aún fue verla a mi madre, cuidándolo y a su modo, también mostrando que esa mujer invulnerable e inquebrantable, esa mujer todopoderosa de mi niñez, juventud y adultez, ahora - a pesar de su vitalidad- tiene algunas inseguridades, pide consejos, y al caminar también busca en mi brazo más un punto de apoyo.
Me resulta asombroso que, a pesar de estas dificultades, que aparecen imponiéndose en la vida de mis padres, sientan ganas de atrevérsele a la distancia, a las incomodidades de un vuelo de tantas horas y a los contratiempos que pudieran surgir. Evidentemente hay dentro de ellos, una fuerza que los hace ponerse en pie y los conecta con lo lindo de la vida: el goce del disfrute.
No soy nada original al decir lo de ser padre de tus padres, tampoco ha llegado todavía ese momento, pero me enternece verlos mayores y me dan ganas de muchos abrazos.
Por la vida de ellos y por la de nosotros, como hijos de padres que te paren como padres de ellos mismos.