Amanecimos 30 de enero con una lluviecita débil pero persistente.
Por suerte no hace frío casi.
Salimos pataperreado tranquilos en dirección a Campo dei Fiori. Siempre nos gusta pasar antes, por Piazza Navona.
Acá vamos llegando.
Nunca, en ninguno de los viajes, logro dejar de asombrarme frente a los grupos escultóricos que aparecen como rescatados de dentro del frío mármol. Me cuesta creer que un ser humano con tanta vulnerabilidad parado a ese material rígido, logre con amor y sensibilidad arrancar de esos bloques semejantes detalles, esa tersura, ese movimiento.
y de pronto cuando nos decidimos enfilar hacia nuestro destino, aparece este Fitito maxi.
Y sí, lo de Ruggeri está en Campo dei Fiori. es esa especie de fiambrerías gourmet a la que van los tanos de la zona a comprar verdaderas exquisiteces. Y nosotros de caraduras nomás, nos traemos sellado al vacío grandes pedazos del apreciado parmegiano, tratando de que nos dure buena parte del año.
Afuera la gente compra sus verduras y frutas en el mercado que se da cita allí todos los fines de semana.
Y allí, todos se mezclan...los turistas curiosos y los lugareños de toda la vida.
Hacemos nuestras compras y seguimos camino hacia el Trastevere, barrio que amamos.
Y allá vamos, cantando bajito y tan felicessss!
En la próxima se los muestro. Abrazo y que arranquen bien la semana.
Me enloquece el color de Roma: el ocre-terracota-damasco descascarado y con cientos de capas, tan distinto y único. Sigo viajando con vos. Un beso
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