Sé que tengo el
umbral de la frustración muy bajito…pero qué desilusión cuando un “ídolo
gastronómico” es de barro y no de material precioso como pensabas.
La cuestión es
que hace poco más de un mes se inauguró en Buenos Aires, barrio de San Telmo,
un local poco pretencioso de Borja Blázquez, el cocinero vasco que tanto
difundió su cocina por estas tierras. Como saben, el Vasco y yo, somos nietos
de la tierra vascongada y tenemos un aprecio especial por aquel terruño y todo
lo referido a su gastronomía, una de las más apreciadas y apetecibles del
mundo.
La cuestión es
que el Vasco estaba muy entusiasmado con conocer de manos del cocinero en
persona delicias de Euskalerría.
Dispusimos
nuestro ánimo, nuestro estómago, nuestro olfato, nuestra vista y todo lo que un
foodie hecho y derecho dispone para una cena inaugural.
Consideramos que
la comida española en general y la vasca en particular no guarda demasiados secretos, pero la sola
esperanza de reeditar esos sabores en nuestras papilas…nos ponía contentos y
expectantes.
Llegamos
puntualísimos. EL lugar de una puesta en escena modesta. Eso me gustó. Que no
fuera pretencioso…“El lujo es vulgaridad…”
Al llegar nos
dijeron que había un problema con la reserva. ya que la tenían tomada para las
23 hs.
Lo consultaron
con Borja y en compensación nos ofrecieron una copa de vino y unas tapitas.
Fueron muy amables. De todos modos esperar de pie, acodados en la barra una
hora, no fue lo más copado. Pero hasta ahí, todo era expectativa…una
expectativa emocionada.
El restaurante,
tiene poquitas mesas en la planta baja desde donde se ve la cocina y al mismo
Borja controlando la salida de los platos y un primer piso con 10 o 15 mesas y
una decoración a prioridad sencilla, luego de dudoso buen gusto.
La decoración... en fin, una cuestión en la que apenas hubiera reparado si todo lo demás hubiera sido una
fiesta. Pero quiso ser que no.
La carta es
acotada. Eso también me pareció muy atinado.
Una cata de
tapas. Con 2 o 3 menúes de tapas posibles. Y no más de 10 platos principales,
entre los tradicionales españoles y algunos maridajes culinarios de la nueva
cocina.
Nosotros nos
inclinamos por el menú de tapas - de primero- , un arroz con mariscos y pescado-
de segundo y una sopa horneada de chocolate negro con helado de chocolate blanco
de postre.
En tanto
esperábamos, nos volvieron a servir la misma tapa que nos habían ofrecido de
cortesía en la barra de planta baja. Un paté muy rico y dos chopitos de sopa
caliente de calabaza y zanahoria, un tanto insulsa.
Fue una pena que el servicio
demorara tanto en servirnos la bebida.
La panera no
merece mención alguna. Sin variedad ni una calidad que merezca ser destacada en
particular.
Las tapas
consistían en una mini tortilla con chorizo colorado, tres tostas con pan tumaca y jamón crudo, otra con una mezcla de atún con mayonesa, y otra con unos champigñones , 3 croquetas de bechamel y
¿ jamón crudo? ( receta de la mamá de Borja “supuestamente”) y rabas con salsa
de mayonesa.
Todas y cada una
de estas tapas…para el olvido! La tortilla seca y sin sabor alguno. La mayonesa que acompañaba
a las rabas no tenía gracia. El empanado doble de las rabas y de las
croquetas , innecesario. Si alguna vez estuviste en España, en Madrid por
ejemplo y tuviste la oportunidad de comer las croquetas de Casa Julio o de Casa
Labra, o el mesón Portomarín… entenderías las expectativas que tenía respecto
de toda esta entrada. Menos mil puntos. Nada que no hubiera podido comer –pero
con mayor sabrosura, claro- en la fondita de Boedo a la que vamos cada sábado a
almorzar.
Pensamos que
quizás la elección no había sido la más acertada y le pusimos todas las fichas
al plato principal. Pero qué horrible decepción.
Los platos suben
por un “ascensor” o sea que si tenés que pedir que rectifiquen el punto del
plato o pedir – por ejemplo- queso rallado…todo lleva un tiempo enorme entre
que se comunican telefónicamente con la cocina, el plato baja por el ascensor y luego vuelta el plato a subir.
Cuando nuestros
platos subieron, en ese mismo momento, el mozo se tomó todo un tiempo precioso en
repasar los platos hasta dejarlos a brillo bruñido. Genial ese detalle de la
higiene, si no hubiera sido porque nuestro arroz se enfrió. A eso sumale que se
me ocurrió pedir pimienta negra y queso rallado (ya sé no va con el pescado,
pero para gustos los colores, y para mí el arroz con lo que sea, sin queso
rallado no suma). Ese sencillo pedido, demoró exactos 10 minutos. Ya estaba de
malhumor. La comida no me estaba resultando nada sabrosa y el servicio no se
relacionaba con el tipo de restaurante.
Dos o tres
langostinos…dos o tres mejillones y el resto pedacitos de pescado y no es por
ser vanidosa, pero nos hemos gastado nuestros buenos mangos en muchos arroces
con mariscos en nuestra hermosa Buenos Aires (en muchos centros vascos y a cual
más bueno) y también en la tierra de nuestros abuelos.
Por Dios…qué
desilusión. Borja mató con sus propias manos una ilusión gastronómica que
supuso no solo una inversión económica considerable, sino una inversión
afectiva. Pero bueno…la única redención llegó con el postre, realmente bueno,
gustoso, sabroso y rico por demás. Una especie de volcán de chocolate caliente
“estrellado” en un plato hondo con un riquísimo helado con verdadero sabor a
chocolate blanco. Por fin una buena dijimos !
Sinceramente si
tuviéramos que puntuar la experiencia gastronómica, para el nivel pretendido
por el lugar y el renombre del cocinero…sólo pondríamos 4 valijitas.
Por supuesto que mi intención no es desalentar a nadie a que
haga su propia experiencia en lo de Borja, quizás esa noche no era la mejor
noche y lo desabrido fue algo excepcional. Nosotros por lo pronto, no volveremos.
Y como siempre mil gracias por pasarte por acá y a pasarlo bonito este fin de semana. Un abrazo viajero!
Uh... lastima que se hayan ido decepcionados.. a veces pasa asi...
ResponderEliminarPor lo menos ya sabes que no volves jaja
beso, buen finde
Ups!...eso es lo primero que me viene en mente. La primera parte de tu relato iba coincidiendo perfectamente con mi experiencia y mis pensamientos y los de mi socio (lo de los origenes vascos no, pero mo quita el amor por esa comida). Por lo tanto, fui compartiendo tambien la desilusión, ya que no creo que pueda deberse a una casualidad. Me ha pasado en varios restaurantes, de muuuucha fama, altos precios, mínimos platos, y sabores mediocres. Y a veces he tenido suerte, pagando por experiencias increíbles.
ResponderEliminarTu post me hizo acordar a un programa de cable que cambió nuestra forma de aproximarnos a la experiencia de ir a comer afuera. Se llamaba Bajo la Lupa, y valoraban desde la comida y el servicio hasta la comodidad de los baños. A veces pensamos que nos arruinó la fiesta, jajaja, porque estamos medio exquisitos.
Te mando un beso
Empezamos bien!!! ahora quiero el post del bolichito de Boedo!!!!!
ResponderEliminarPensé lo mismo!
EliminarQué feo es tener expectativas en un restaurante y que te decepcionen, me pasó hace poco con uno muy reconocido en las redes sociales y blogueras, restaurante en el que nos sacudieron de lo lindo, lo cual no es problema si salís con el ♥ contento. Comparto tu frustración gastronómica, el bolichito de Boedo, está siendo esperado!
ResponderEliminarQué lástima Marian que la experiencia en lo de Borja no estuvo a la altura de las circunstancias o expectativas que tenías, pero te digo algo: ¡Me encantó como lo redactaste!!!
ResponderEliminarUn besote!
Ana