Sapo de otro pozo, en sábado al sol!

Ese sábado arrancó soleadísimo. Te invitaba inexorablemente a tomar las calles y dejarte acaramelar por tan lindo clima. Pero...tenía un kilombo de papeles, cuentas, gastos, turnos que pedir, en fin, no venía muy bien aspectada.

Sin embargo mi Vasco me rescató de esa maraña de cuestiones que había dejado sin resolver durante la semana y nos fuimos para zona norte, para el lado del río.

El río es un paisaje que me calma, me hace muy bien. Me gusta tanto como el mar. A veces, más.
Se mueve, está vivo, pero rara vez se ensaña.me encantaría tener una casita ( ranchito) frente al río, sobretodo si es del lado de Colonia del Sacramento.

No dejaba de mirar al muchacho que practicaba en soledad el kitesurf , un desafiante deporte en el agua y pensaba qué buen lavacoco sería estar solito en el agua, sin más interés que el que no se le viniera abajo
esa especie de "vela" ( no sé cómo se llama).

Pero también me encontré con otros que también habían buscado su forma de distenderse y distraerse al aire libre.

- Aflojale al celu, flaco, que te lo estás pasando muy bien!

Otros aprendiendo a navegar....

Y más...a la expectativa del gran pez!

Ese rato en el río me hizo muy bien. Después seguimos nuestro camino buscando alguna feria de antigüedades, que tanto me gustan.

Y frente a esta feria que está de cara a una de las estaciones del tren de la costa, ya casi en San Isidro, hay un parador super canchero, al que nunca me había animado a entrar, porque no encajo en ese target.Pero mi marido, que no tiene  ninguno de los complejos que tengo yo, encaró la entrada y allí estábamos. En medio de mucha gente joven, linda, mirando y buscando ser vistos.Parecía la previa de un Cariló en temporada, o de un Punta del Este...de más está decir que como entramos, salimos. Cada imagen parecía salir de alguna página de la revista Gente en plena temporada ("Estalló el verano").  Nada de eso va con mi estilo.

Tengo la virtud de sentirme sapo de otro pozo con mucha facilidad. En seguida me parece que hay mucha careteada y me siento incomodísima. Generalmente siento que no encaja la ropa que tengo, que nunca es acorde a la ocasión, que todos entienden de qué va la cosa y yo cayendo como un  pacaraidista.

Por suerte mi gordo me entiende bien y me arropa con su amor.

De todos modos disfruté mucho, mucho de todo lo que hicimos ese sábado soleadísimo.